jueves, 6 de noviembre de 2008

Camino hacia la facultad (Rocío y Melisa)


Mi nombre el Andrés, vivo en un pueblo lejano y voy a relatarles una experiencia que ocurrió en la ciudad cuando estaba cursando la carrera de medicina.
Comenzaba el ciclo lectivo y debía trasladarme a la misma para cursar mis estudios. Ya allí, después de anotarme en la facultad, salí a buscar un lugar donde vivir.
Al día siguiente comencé la facultad, conocí gente nueva y observe que no siempre tenía los mismos compañeros, ya que había algunos que no cursaban medicina, pero compartíamos las materias comunes de varias carreras. Al salir de la facu, en la parada del colectivo, siempre me encontraba con un chico que cursaba conmigo llamado Juan José Fernández. Después de tantos viajes nos hicimos muy amigos.
Pasaron los días y las fechas de los parciales se acercaban, teníamos el primero el 31 de Mayo. Invité a Juan José a estudiar a mi casa y lo que más me llamó la atención fue que era una persona muy especial, de muy pocas palabras y miradas profundas y que emanaba mucha paz.
Un día antes del examen, él dejó olvidados unos apuntes que eran muy importantes. En ese momento, decidí llevárselos a su casa, pero me di cuenta de que nunca me había dicho su dirección, sólo me había comentado que vivía a cuatro cuadras de mi casa.
Pensando que Juan José los iría a buscar a la facu los llevé conmigo. Al otro día, después de rendir el parcial, vi que Juan José no estaba, por lo tanto decidí tomar el colectivo como de costumbre. Frente a la parada estaban los bomberos y mucha gente murmurando que un chico de la faculta había fallecido. Intrigado le pregunté a un profesor qué había ocurrido, él me miro rápidamente y se fue.
Una semana después, sin saber nada de Juanjo decidí ubicarlo a pesar de no tener la dirección. Pregunté casa por casa por la familia Fernández hasta que finalmente una vecina muy amable me indicó la dirección. Golpeé la puerta y me atendió una señora. Le dije que era un alumno de la facultad de medicina. La señora sorprendida me abrazó y se echó a llorar. No entendía qué estaba pasando, ella lo único que hacía era abrazarme fuertemente.
Una semana después, sin saber nada de Juanjo decidí ubicarlo a pesar de no tener la dirección. Pregunté casa por casa por la familia Fernández hasta que finalmente una vecina muy amable me indicó la dirección. Golpeé la puerta y me atendió una señora. Le dije que era un alumno de la facultad de medicina. La señora sorprendida me abrazó y se echó a llorar. No entendía qué estaba pasando, ella lo único que hacía era abrazarme fuertemente.Seguía sin entender nada, ni siquiera le había dicho a qué iba. En ese momento me miró y me dijo que la perdonara ya que era un día muy especial porque se cumplía un año de la muerte de su hijo. No me sorprendió que Juan José no me hubiera hablado de su hermano porque él era muy tímido y callado, no se relacionaba con nadie, parecía que no existía.Le dije que lo sentía mucho pero que necesitaba dejarle unos apuntes a su otro hijo; asombrada me dijo que el único hijo que tenia se llamaba Juan José y había muerto el 31 de mayo del año anterior yendo a la facultad para encontrarse con un amigo.Conmocionado comencé a caminar sin saber hacia dónde me dirigía. Cuando por fin levanté la mirada me encontré en el cementerio frente a la lápida de Juan, y ahí comprobé que estaba muerto.

FIN
Escrito por: Rocío R y Melisa


2 comentarios:

Smiley dijo...

hola profe yo soy Ariadna, se acuerda??? de el año pasado... recien se me dio por entrar y al blog y lei un cuento muy bueno!!! melo guarde!!! solo era eso!!! esta muy bueno!!!
besos, ari.

biblio vero dijo...

Hola, Ariadna!! Claro que me acuerdo de vos! ¿Cómo olvidarte teniendo un nombre tan bonito? Me alegro mucho que te haya gustado el cuento.
Recordá que como ex alumna podés seguir participando del blog.
Un abrazo
La profe